HOMILÍA CON OCASIÓN DE LA EUCARISTÍA POR LA
162ª VISITA DE LA DIVINA PASTORA A
BARQUISIMETO
BARQUISIMETO 14 DE ENERO 2018
Queridos hermanos Obispos, sacerdotes,
religiosas (os) seminaristas, agentes de pastoral y laicos de los distintos
movimientos de apostolado seglar que, desde distintos rincones de Barquisimeto
y de Venezuela han venido hoy a sumarse a la alegría y devoción del pueblo
larense en ocasión de la 162 peregrinación de la Divina Pastora a Barquisimeto.
Autoridades civiles, policiales y militares.
Queridos hermanos todos.
Permítanme expresar en primer lugar mi más
sentido agradecimiento a mi hermano Mons. Antonio López Castillo, Arzobispo de
esta Iglesia de Barquisimeto y al Comité organizador de esta gran fiesta de la
devoción mariana por su deferencia al permitirme presidir esta Eucaristía.
Esta fiesta del amor de un pueblo por la
Madre amorosa de Jesús y madre nuestra, se realiza en un marco muy particular.
A nivel litúrgico, estamos en el ocaso del II
Domingo del Tiempo Ordinario. Un domingo en el que las lecturas propias de la
Misa nos han invitado a vivir atentos en la escucha del Señor a imitación del
pequeño Samuel y a seguir a Jesús a fin de que el encuentro con él transforme
nuestras vidas y le dé sentido pleno a nuestra existencia, como ocurrió con
aquellos dos discípulos que al escuchar el testimonio de Juan sobre el Maestro
y luego de pasar la tarde con él vieron transformadas sus vidas para siempre.
En medio del contexto de este segundo domingo
del tiempo ordinario. Pero desde las lecturas escogidas para esta solemnidad.
Esta jornada mariana tan especial para el pueblo de Venezuela y, en particular
para el pueblo larense, nos invita a recordar el amor de Dios por nuestra
tierra, de manera especial, en momentos de dificultad como los que ahora
vivimos, y a renovar nuestro amor y confianza filial para con María a quien
Cristo nos donó como madre al pie la Cruz y quien ha querido hacer de Venezuela
tierra privilegiada de su presencia al dársenos en la Coromoto de los llanos,
en mi amada Chinita de Maracaibo, en Nuestra Señora del Valle de Margarita y
todo el oriente, en la Consolación de Táriba de las montañas andinas, en la
Divina Pastora de Lara y de toda Venezuela, y de tantas advocaciones bajo las
cuales la venera este noble pueblo.
Ese amor de Dios por Venezuela lo debemos
descubrir también, en el oráculo profético de Zacarías que escuchamos en la
primera lectura. En él, debemos encontrar la voz reconfortante de Dios que nos
anima a los venezolanos a no dejarnos ganar por la desesperanza y a pensar que
se ha olvidado de nosotros.
Hoy es Venezuela, ese pueblo asediado por
tantos males como el Israel del tiempo del profeta, a cuyo encuentro viene el
Señor para recordarle que ha puesto su morada en medio de él para siempre. Hoy
somos nosotros ese pueblo que en medio de tantas dificultades debe alegrarse
por la certeza de que su Dios viene en su ayuda. Hoy somos nosotros los
llamados a entender que nuestro destino como nación, no está en manos de un
hombre, de un gobierno o de un imperio, que nuestro destino está en las manos
de Dios y que por ende en buenas manos está.
Por eso, como el profeta, yo te digo hoy
Venezuela, desde esta tierra de la Madre del Divino Pastor, aún en medio de
tantas dificultades y angustias, ¡Alégrate y salta de gozo! Porqué el Señor tu
Dios está en medio de ti!
También hoy, la voz agradecida de María que
resuena en su cantico de alabanza en el salmo responsorial, debe ser la voz
agradecida del pueblo venezolano reconociendo las tantas maravillas y las obras
grandes que a lo largo de nuestra historia Dios ha realizado y tenemos certeza,
continuará realizando en nuestro favor.
Hoy, a la luz del Evangelio proclamado,
viendo el ejemplo de caridad y servicio de María que va a ponerse a disposición
de su prima Isabel sabiendo que necesita de su ayuda y compañía, debemos
disponernos a imitarlo y salir presurosos al encuentro de tantos hermanos que hoy
en nuestra tierra están sumidos en la desesperación y angustia a la espera de
que vayamos a su encuentro con una palabra de aliento, con un gesto de caridad
y sobre todo, como mensajeros del amor y la esperanza divinas.
Contemplando el ejemplo y la disponibilidad
de María, me vienen a la mente las palabras del p. Luis Ugalde SJ, en la sesión
inaugural de la recientemente concluida CIX Asamblea Plenaria Ordinaria del
episcopado venezolano. Ante la verdad del hambre y desolación en la que cientos
de miles de nuestros hermanos están sumidos en la hora actual, a quienes
creemos en Cristo en esta tierra, la realidad nos desafía a optar por el camino
de la bendición o la maldición eternas de las que nos habla Jesús en el
capítulo 25 del evangelista Mateo. Es la hora no sólo para decir que muchos
venezolanos están con hambre, sedientos, enfermos, desnudos, presos y
forasteros. Es más bien la hora del dar de comer, es la hora del dar de beber,
es la hora del vestir la desnudes, es la hora de visitar y confortar al enfermo
y al preso, es la hora de acoger a quien pasa por nuestras ciudades y pueblos
buscando un mejor destino. Es la hora de elegir la senda de la bendición
descubriendo el rostro de Cristo en el rostro sufriente de nuestro hermano. Que
se multipliquen en nuestra tierra los gestos de caridad cristiana, que los
discípulos de Jesús no nos excusemos en esta hora de la caridad que nos urge.
Que como los discípulos ante la verdad de la multitud hambrienta que escuchaba
a Jesús, cuando él les dijo “denles ustedes de comer”, no nos excusemos en el
decir que no tenemos recursos suficientes, sino que, como aquel joven del cual
nos habla el Evangelio, también nosotros nos dispongamos a poner en las manos
de Jesús, hoy presente en las manos de nuestros agentes de pastoral social,
nuestros cinco panes y nuestros dos pescados, con la certeza de que el milagro
de nuevo se realizará.
No escojamos el camino de la maldición en el
que se han empeñado quienes niegan que en Venezuela hay hambre y desnutrición.
Quienes le cierran las puertas a quienes en el mundo quieren venir a nuestra
ayuda negándose a la posibilidad de apertura de un corredor humanitario que
permita hacer llegar a Venezuela alimentos y medicamentos. Quienes niegan
–aunque lo ven con sus propios ojos- que miles de Venezolanos buscan que comer
entre la basura. Quienes se empeñan en decir que en Venezuela todo está bien y
que tenemos comida para alimentar a múltiples naciones, cuando la gran verdad
es que en Venezuela cada vez más falta de todo y sobre todo alimentos. Quienes
están empeñados en no entender que la causa fundamental de los males de
Venezuela está en la persistencia en un modelo político económico y social,
negador de Dios y por ende de la dignidad humana.
Delante de nosotros pues, una vez más está el
camino de la bendición y la maldición. Hermanos creyentes en Cristo, escojamos
la senda de la bendición para que un día sobre nosotros sean pronunciadas las
palabras del Maestro que nos dice: “Vengan benditos de mi Padre, pasen al
banquete preparado para ustedes desde la eternidad, porque tuve hambre y me
dieron de comer, porque tuve sed y me dieron de beber, porque estuve desnudo y
me vistieron, porque estuve enfermo y me visitaron, porque estuve preso y
fueron a verme, porque cada vez que algo de esto hicieron con uno de mis
hermanos más necesitados, conmigo lo hicieron.
Por otro lado, también en este domingo, de la
mano del Santo Padre Francisco, la Iglesia universal celebra hoy la Jornada
Mundial del migrante y del refugiado. Ella nos invita, a sensibilizarnos ante
la realidad de millones de personas que en el mundo buscan refugio en otras
tierras huyendo de la guerra, los desastres naturales, la pobreza, la
persecución política o simplemente en búsqueda de mejores condiciones de vida
que en su tierra no encuentran o les son expresamente negadas. En este último
caso, no puedo dejar de sentir dolor y hacer mía la tristeza de tantas de
nuestras familias venezolanas que hoy se ven tocadas por la migración de sus
miembros a tierras desconocidas. Son ya millones de hermanos venezolanos, sobre
todo jóvenes, los que se han marchado de nuestro país en búsqueda de nuevos
horizontes y mejores condiciones de vida para ellos y para los seres queridos
que dejan en su patria.
Hasta hace algunos años, Venezuela fue un
país que acogió, protegió, promovió e integró a tantos hermanos que desde
distintos lugares del mundo vinieron a esta tierra en búsqueda de un mejor
futuro. Jamás pensábamos entonces, que llegarían estos días aciagos que hoy
vivimos, en los que los venezolanos serían los que tendrían que marcharse de su
país buscando ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados en sociedades
muchas veces hostiles a su presencia.
Encomendemos a la protección amorosa de la
Madre del Divino Pastor, a tantos hermanos nuestros que hoy no están en este
suelo que los vio nacer y del que quizás nunca pensaron tendrían que marcharse.
Que ella guíe y custodie sus pasos y, en medio de las situaciones que les toque
vivir, les mantenga en la certeza de que su Hijo Jesús está con ellos y les
acompaña y bendice a donde quiera que vayan.
A ustedes queridos hermanos que hoy están
fuera, les invito a mantenerse unidos a Cristo y a buscar la protección de su
Santísima Madre. También, a tener presente que ésta tierra les espera con los
brazos abiertos. Aquí nunca serán extranjeros, aquí están sus seres queridos y,
sobre todo, aquí estará Venezuela esperándoles para que juntos emprendamos la
tarea de reconstrucción de nuestro país cuando esta “peste” que hoy nos azota
sea parte del pasado.
Ante la verdad de la migración, insisto
también en llamar la atención a los jóvenes que están pensando en la
posibilidad de marcharse del país. A ustedes les repito las palabras que tantas
veces en mis encuentros con los jóvenes de Yaracuy he pronunciado y que en
muchas ocasiones han sido molestas para quienes en el fondo se sienten tocados
en su conciencia por la responsabilidad que saben les corresponde en este
hecho. No son ustedes muchachos los que tienen que irse.
Si alguien tiene que irse de Venezuela, es
quien es responsable de este desastre al que nos han conducido. Si alguien
tiene que irse es quien es responsable de que miles de niños hayan ya
atravesado la frontera de la desnutrición severa. Si alguien tiene que irse, es
quien es responsable de que haya miles de venezolanos hurgando en la basura
buscando un desperdicio para saciar el hambre. Si alguien tiene que irse, es
quien es responsable de la corrupción que condena a los enfermos a morir de
mengua por falta de atención en los hospitales insumos médicos y medicamentos.
Si alguien tiene que irse de Venezuela, es quien está empeñado en pisotear la
dignidad de los venezolanos al pretender convertirnos en mendigos y pordioseros
dependientes sólo de las dádivas que ocasionalmente y clientelarmente nos
ofrezcan.
Madre del Divino Pastor, Divina pastora de
las almas a ti nos encomendamos.
En tus manos ponemos a toda Venezuela y su
futuro. Consíguenos de tu hijo Jesucristo un corazón como el tuyo, dispuesto a
la escucha, al servicio y al amor. También la sabiduría que necesitamos en esta
hora para poder encontrar caminos de solución a tantos problemas que nos
aquejan. Hoy, como en 1855, es todo el pueblo venezolano el que hace suyo el
clamor del P. Macario Yépez, y te pide nos libres de tantas pestes que nos
afligen. De la peste de la indiferencia para con tu Hijo Jesucristo que nos
hunde en la desviación ética y moral y no nos permite reconocernos como
hermanos hijos de un mismo Dios y hermanos en Jesucristo. De la peste de la
indiferencia que nos postra en la comodidad y no nos permite entender que hay
gente que necesita urgentemente de nuestro auxilio. De la peste de la
indiferencia que no nos permite entender que el futuro de Venezuela no lo
construyen unos pocos sino que será el fruto del esfuerzo de todos. De la peste
de tanta corrupción política que ha conducido a Venezuela a la ruina moral,
económica y social y que es causa de tanta muerte y destrucción en medio de
nosotros.
Seguros estamos, que tú intercederás por
nosotros. Desde ya te pedimos, oh Madre, que el próximo año, tu venida a
Barquisimeto, se realice en el contexto de una fiesta de la libertad, que
vengas sobre los hombros de un pueblo que unido a tu hijo Jesucristo y a ti
como a su madre amorosa haya decidido asumir su destino y se haya decidido a re
enrumbar a Venezuela por los auténticos caminos del progreso, la justicia, la
solidaridad y la paz.
Viva La Divina Pastora
Viva el pueblo de Venezuela
Viva el pueblo de Lara
Sea alabado y bendecido por siempre
Jesucristo.
Mons. Victor Hugo Basabe
Obispo de San Felipe
Prensa CEV
16 de enero de 2018