El Vía Lucis, "camino de la luz"

 


Asoc. Civil Alcemtrar

«María, Madre de la Divina Misericordia»

Año 31 / «Caminar en la Luz» 1Jn.1,7

Barinas / Venezuela.

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 ¿Qué es el Vía Lucis y cuando se reza?

 Hay una devoción popular con tradición desde la edad media, que es el Vía Crucis (el camino de la cruz). En él se recorren los momentos más sobresalientes de la Pasión y Muerte de Cristo: desde la oración en el huerto hasta la sepultura de su cuerpo (cf. "Vía Crucis según los relatos evangélicos"). Pero ésta es la primera parte de una historia que no acaba en un sepulcro, ni siquiera en la mañana de la Resurrección, sino que se extiende hasta la efusión del Espíritu Santo y su actuación maravillosa.

 Desde el Domingo de Pascua hasta el de Pentecostés hubo cincuenta días llenos de acontecimientos, inolvidables y trascendentales, que los cercanos a Jesús vivieron intensamente, con una gratitud y un gozo inimaginables.

 De igual forma que las etapas de Jesús camino del Calvario se han convertido en oración, queremos seguir también a Jesús en su camino de gloria. Éste es el sentido último de esta propuesta una invitación a meditar la etapa final del paso de Jesús por la tierra.

 El Vía Lucis, "camino de la luz" es una devoción reciente que puede complementar la del Vía Crucis. En ella se recorren catorce estaciones con Cristo triunfante desde la Resurrección a Pentecostés, siguiendo los relatos evangélicos. Incluímos también la venida del Espíritu Santo porque, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "El día de Pentecostés, al término de las siete semanas pascuales, la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina".

 La devoción del Vía Lucis se recomienda en el Tiempo Pascual y todos los domingos del año que están muy estrechamente vinculados a Cristo resucitado.

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+En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 La vida es un camino incesante. En este camino nosotros no estamos solos. El Resucitado nos ha prometido: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt. 28, 20). La vida debe ser un camino de continua resurrección.

Un escriba dijo un día al Maestro: "Yo te seguiré dondequiera que tú vayas" (Mt. 8, 19).

Dondequiera: en el Calvario, a lo largo del Vía Crucis; por las calles del mundo, a lo largo del Vía Lucis. Descubriremos la Resurrección como fuente de la paz, como energía de la felicidad, como estímulo a la novedad de la historia. La sentiremos proclamada en el texto bíblico y ampliada en la actualización de nuestros días  que son los "días" de Dios.

 

Introducción a la oración

Roguemos: Infunde en nosotros, oh Padre, tu Espíritu de luz, para que podamos comprender en el misterio de la Pascua de tu Único Hijo, que marca el verdadero destino del hombre, que no es el fin de todo, sino la novedad de todo. Porque la última palabra es la tuya, oh Padre, que llevas a nosotros, tus hijos, de la muerte a la vida. Dónanos el Espíritu del Resucitado y danos la capacidad de amar. Así seremos testigos de su Pascua.

Amén.


1ra. Estación

Jesús resucita de la muerte

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Mateo (Mt 28, 1-7)

En la madrugada del sábado, al alborear del primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: "Ustedes, no teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Vengan a ver el sitio donde yacía vayan de prisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de ustedes a Galilea; allí lo verán". Miren, se lo he anunciado.

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Jesús Resucitado, el mundo necesita ser reevangelizado. La nueva evangelización aplaca el corazón trastornado por tantos mensajes. Haz resonar el anuncio siempre nuevo. Y convierte a las mujeres en mensajeras entusiastas de la raíz de la nueva vida: tu Pascua. Obra el trasplante: cabeza nueva, corazón nuevo, vida nueva. Haz que pensemos como piensas tú, haz que amemos como amas tú, haz que proyectemos como proyectas tú, haz que sirvamos como sirves tú.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

2da. Estación

Los discípulos encontraron el sepulcro vacío

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 1-9)

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue a donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús tanto quería, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo y el sudario con el que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.  Entonces entró también el otro, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos: Solamente tú, Jesús Resucitado, nos llevas a la gloria de la vida. Solamente tú nos haces ver una tumba vacía desde adentro. Convéncenos de nuestro poder impotente delante de la muerte cuando estamos sin ti. Haz que nos fiemos totalmente de la omnipotencia del amor, que vence a la muerte.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

3ra. Estación

El Resucitado se manifiesta a la Magdalena

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Juan (Jn 20,11-18)

Fuera, junto al sepulcro, estaba María Magdalena, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les contesta: "Porque se han llevado a mis Señor y no sé dónde lo han puesto". Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?" Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te los has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré." Jesús le dice: "¡María!" Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa "¡Maestro!". Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro". María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto".

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos. Jesús Resucitado, tú me llamas porque me amas. En mi espacio cotidiano puedo reconocerte como te reconoció la Magdalena. Tú me dices: "Ve y anuncia a mis hermanos". Ayúdame a caminar por las calles del mundo, en mi familia, en la escuela, en la oficina, en la fábrica, en los diversos ambientes del tiempo libre, para cumplir la gran misión que es el anuncio de la vida.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

4ta. Estación

El Resucitado en el camino de Emaús

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Lucas (Lc 24, 13-19. 25-27)

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante una dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: ¿qué conversación es esa que traen mientras van de camino? Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que nos sabe lo que ha pasado allí estos días?" El les preguntó: "¿Qué"? Ellos contestaron: "lo de Jesús, el Nazareno, que fue un Profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo" (...) Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes son para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Quédate con nosotros, Jesús Resucitado: se hace tarde. Te daremos una casa. Te daremos un plato. Te daremos calor. Te daremos amor. Quédate con nosotros, Señor: la tarde de la duda y del ansia oprime el corazón de cada hombre.  Quédate con nosotros, Señor: y nosotros estaremos en tu compañía, y esto nos basta. Quédate con nosotros Señor porque se hace tarde y haznos testigos de tu Pascua.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

5ta. Estación

El Resucitado se manifiesta al partir el pan

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Lucas (Lc 24, 28-35)

Ya cerca de la aldea donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: "Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída" Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón" Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos. Jesús Resucitado: en tu última Cena de hombre terrestre has indicado en el lavatorio de los pies el único modo de participar en la Eucaristía. En tu primera Cena de hombre celestial has querido proponer con la hospitalidad al diferente la condición necesaria para la comunión contigo. Señor de la gloria, ayúdanos a preparar nuestras celebraciones lavando los pies cansados de los últimos, acogiendo en el corazón y en las casas "pobres, tullidos, cojos, ciegos" (Lc. 14,13), los necesitados de hoy, que no tienen otro signo de reconocimiento sino aquél de ser tu imagen viva.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

6ta. Estación

El Resucitado se presenta vivo ante los discípulos

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Lucas (Lc 24, 36-43)

Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: "Paz a ustedes". Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: "¿Por qué se alarman?, ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies: soy yo en persona. Cóquenme y dense cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como ven que yo tengo". Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿tenéis ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos. Jesús Resucitado, nosotros te admiramos por tu paciencia en la pasión: el silencio. Nosotros te admiramos por tu paciencia en la resurrección: la pedagogía. A nosotros que como hombres de nuestro tiempo queremos todo y rápido, danos la capacidad de un amor que sabe esperar, y que sabe hacerlo en oración. Tú estás vivo, no eres un fantasma. Danos la capacidad de tratarte como el Viviente. Y líbranos de los fantasmas que de ti nos construimos. Haznos capaces de presentarnos como tus signos. El mundo los está esperando para creer.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

7ma. Estación

El Resucitado da el poder de perdonar los pecados

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 19-23)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a ustedes". Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también yo los envío". Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengan, les quedan retenidos."

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos: Ven, oh Espíritu Santo. Tú, primer don de Jesús Resucitado, tienes que ser el entusiasmo del Padre y del Hijo en nosotros, que nadamos en el tedio y en la oscuridad. Tú, armonía del padre y del hijo, oriéntanos hacia la justicia y la paz: líbranos de  nuestras cápsulas de muerte. Tú, vida eterna del Padre y del Hijo, sopla sobre estos huesos resecos y haznos pasar del pecado a la gracia. Tú, juventud del Padre y del Hijo, vuélvenos jóvenes perennemente, vuélvenos hombres entusiastas, vuélvenos expertos de la Pascua.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

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8va. Estación

El resucitado confirma la fe de Tomás

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 24-29)

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor" Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo". A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a ustedes". Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente". Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios Mío!". Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto."

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos: Oh Jesús Resucitado, te decimos cada día con fe: "Señor mío y Dios mío". La fe no es el culmen de la visión. La fe no es fácil pero nos hace felices. La fe es fiarse de ti en las tinieblas. La fe es fiarse de ti en las pruebas. Señor de la vida, aumenta nuestra fe. Dónanos la fe, que es la raíz de tu Pascua. Dónanos la confianza, que es la flor de esta Pascua. Dónanos la fidelidad... que es el fruto de esta Pascua.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

9na. Estación

El Resucitado encuentra a los suyos en el lago de Tiberíades Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Juan (Jn  21, 1-9.13)

Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al algo de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar". Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo". Salieron y se embarcaron; aquella noche no pescaron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: "¿Muchachos, tenéis pescado?". Ellos contestaron: "No". Él les dice: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor". Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red llena de peces. Al saltar a tierra ve unas brasas con un pescado puesto encima y pan (...). Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos: Jesús Resucitado, vuélvenos dóciles para probar otra vez la esperanza, después de nuestras caídas. Tú, el Resucitado, te sientas a la mesa con nosotros. En los días pascuales de tu convivencia no te has mostrado como el Dios victorioso entre fulgores y truenos, sino como el Dios simple de lo cotidiano, que celebra la Pascua a la orilla de un lago, en una mesa al aire libre. Háznos testigos de tu Pascua, en lo cotidiano, con su monotonía, donde tú nos esperas siempre, en la orilla de nuestros quehaceres. Siéntate en nuestras mesas de hombres saciados pero vacíos. Siéntate en las mesas de los hombres pobres que tienen todavía esperanza. Y el mundo que tú amas será .... nuevo, modelado según tu Pascua.

Amén.

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

10.- Décima Estación

El Resucitado confiere el primado a Pedro

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Juan (Jn 21, 15-17)

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?". Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dice: "Apacienta mis corderos". Por segunda vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le contesta: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Él le dice: "Pastorea mis ovejas". Por tercera vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:  "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero". Jesús le dice: "Apacienta mis ovejas."

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos: Nosotros te damos gracias, Jesús Resucitado, por el Pedro de hoy, nuestro Papa. Él vive su servicio apostólico con mucha generosidad y calor, en el sacrificio de estos tiempos tan bellos pero duros. Cada día tú nos preguntas: "¿Me amas tú más que todos?". A nosotros, con Pedro y bajo Pedro, nos confías una porción de tu grey. Y nosotros nos confiamos en ti. Persuádenos Maestro y donador de la vida, que solamente si amamos paceremos tu grey; y solamente con nuestro sacrificio lo nutriremos con tu verdad y con tu paz.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

11.- Undécima Estación

El Resucitado le confía a los discípulos la misión universal

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

Del Evangelio según San Mateo (Mt 28,16-20)

Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos: Jesús Resucitado, tu promesa llega consoladora: "Yo estoy con vosotros todos los días" (Mt. 28,20). Solos no somos capaces de llevar el mínimo peso con perseverancia. Mucho menos de soportar sobre nuestras espaldas el peso del mundo. Nosotros somos la debilidad, tú eres la fuerza. Nosotros somos la inconstancia, tú eres la perseverancia. Nosotros somos el temor, tú eres el coraje. Nosotros somos la tristeza, tú eres la felicidad. Nosotros somos la noche, tú eres la luz. Nosotros somos la parálisis, tú eres la Pascua.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

12.- Duodécima Estación

El Resucitado sube al cielo

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 6-11)

Ellos lo rodearon preguntándole: Señor, "¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?". Jesús contestó: "No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo". Dicho esto lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se le presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?. El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como lo habéis visto marcharse."

  

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos. Jesús Resucitado, has ido a prepararnos un lugar. El lugar del hombre hijo es a la derecha de Dios padre y madre. El billete ya lo has comprado tú. Nosotros no debemos destruirlo. Haz que nuestros ojos estén fijos en la eterna gloria. Una parte de paraíso mejora verdaderamente todo. Mirando la Pascua totalmente nosotros nos comprometeremos a realizar en la tierra la Pascua para cada hombre y para todo el hombre. La Pascua de hoy que libra al ser humano, es la profecía feliz de las bienaventuranzas sin fin.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


13.- Decimotercera Estación

Con María, a la espera del Espíritu

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 12-14)

Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago. Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos: Jesús Resucitado de la muerte, siempre presente en la comunidad pascual, infunde en nosotros, por intercesión de María, todavía hoy, aquí, tu Espíritu santo y el de tu Padre amado: el Espíritu de la vida, el Espíritu de la felicidad, el Espíritu de la paz, el Espíritu de la fuerza, el Espíritu del amor, el Espíritu de la Pascua.

Amén.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

14.- Decimocuarta Estación

El resucitado envía a los discípulos el Espíritu Santo Prometido

 Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

 

De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2, 1-6)

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el  ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

 

Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

 

Roguemos: Oh Espíritu santo que unes inefablemente el Padre y el Hijo, eres tú el que une a nosotros con Jesús resucitado, respiro de nuestra vida: eres tú el que nos une a la Iglesia, de la cual tú eres el alma, y nosotros los miembros. Como S. Agustín, cada uno de nosotros te suplica: "Sopla sobre mi, Espíritu santo, para que yo piense solo en lo que es santo. Condúceme tú, Espíritu santo, para que yo haga solo lo que es santo. Guíame tú, Espíritu santo, a amar solo lo que es santo. Fortíficame tú, Espíritu santo, para que yo no pierda nunca lo que es santo".

Amén.

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

ORACIÓN FINAL

Señor y Dios nuestro, fuente de alegría y de esperanza, hemos vivido con tu Hijo los acontecimientos de su Resurrección y Ascensión hasta la venida del Espíritu Santo; haz que la contemplación de estos misterios nos llene de tu gracia y nos capacite para dar testimonio de Jesucristo en medio del mundo.

 Te pedimos por tu Santa Iglesia: que sea fiel reflejo de las huellas de Cristo en la historia y que, llena del Espíritu Santo, manifieste al mundo los tesoros de tu amor, santifique a tus fieles con los sacramentos y haga partícipes a todos los hombres de la resurrección eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. 

 

+En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

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