OYE LA LLAMADA DE JESUCRISTO Y NO DUDES

¡Qué admirable pesca la del Salvador! Admira la fe y la obediencia de los discípulos. La pesca, como saben, requiere una constante atención. Ahora bien, cuando esos se encuentran justo en medio de su trabajo, oyen la llamada de Jesús y no dudan un solo momento; no dicen. «Déjanos regresar a casa para hablar con nuestros próximos». No, lo dejan todo inmediatamente y le siguen, tal como Eliseo hizo con Elías (1R 19,20). Es esta clase de obediencia la que nos pide Cristo, sin la más mínima duda, incluso en el caso que nos apremien necesidades aparentemente más urgentes. Por eso cuando un joven que le quería seguir le pidió si podía ir antes a enterrar a su padre, ni tan sólo esto se lo dejó hacer (Mt 8,21). Seguir a Jesús, obedecer su palabra, es un deber que está por encima de todos los demás.

¿Acaso me dirás que la promesa que les había hecho era muy grande? Por eso los admiro yo tanto: ¡cuando aún no habían visto ningún milagro, creyeron en una promesa tan grande y renunciaron a todo para seguirle! Es porque creyeron que, con las mismas palabras con las que habían sido cogidos durante la pesca, podrían ellos pescar a otros.

(San Juan Crisóstomo 345-407, presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia)

LA CORONA DE ADVIENTO

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¿QUÉ ES EL ADVIENTO?
            La palabra adviento viene del latín,  adventus, y significa: venida, llegada, este término hace referencia a la venida de Jesucristo entre los hombres,  es el comienzo del año litúrgico de la Iglesia católica, y empieza el domingo,  próximo al 01 de Diciembre y culmina el 22 de Diciembre 2019, dura 4 semanas, el ornamento que utilizan los sacerdotes en este tiempo es el Morado, el adviento tiene sus origen en el siglo IV, el cual fue entre Francia y España,  quienes  utilizaban este tiempo para la preparación a la Navidad.


¿QUÉ ES LA CORONA DE ADVIENTO?
              La corona de adviento se  inicia  en las costumbres pre-cristianas de los germanos (Alemania), en el siglo XVI, que  durante el frío y la oscuridad de Diciembre, reunían coronas de ramas verdes como señal de esperanza en la venida de la primavera, sobre el  se insertan cuatro velas, tres velas color violetas y una rosa, las velas representan la palabra de Jesús: Juan 8,12: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.». Cada domingo se enciende una vela, recitando una oración, la corono se coloca al frente de una imagen  o al frente del pesebre.



Materiales para hacer la guirnalda: ramas de olivo, abeto  o follaje verde, lazos dorados, bolitas navideñas, frutas artificiales, 4 porta velas, 3 velas moradas y una rosada, estrellas. Ármalo a tu gusto. 

Colocar frente a la imagen de Ntra. Madre de la Divina Misericordia.    



“Velen, pues, y oren en todo tiempo” (Lc 21,36)

"¡Velad!" nos dice Jesús con insistencia. No sólo tenemos que creer sino también velar. No sólo tenemos que amar sino también velar. No sólo hay que obedecer sino también velar. ¿Velar, por qué? A causa del grande, del supremo acontecimiento: la venida de Cristo. Es evidente que aquí se encuentra una llamada especial, un deber que no se nos hubiera ocurrido nunca si Jesús mismo no nos lo hubiese encarecido tanto. Pero ¿qué es, pues, velar?...

Aquel vela esperando a Cristo que guarda su espíritu sensible, abierto, despierto, lleno de celo por buscar y honrar a Cristo. Desea encontrarse con él en todos los acontecimientos de la vida. No experimentaría ninguna sorpresa, ningún espanto ni agitación si llegara a saber que allí estaba Cristo.

Aquel vela con Cristo (Mt 26,38) que, mirando hacia el futuro, sabe que no debe olvidar el pasado, que no olvida lo que Cristo sufrió por él. Vela con Cristo aquel que, acordándose de él, se asocia a su cruz y a la agonía de Cristo, que lleva con gozo la túnica que Cristo llevó hasta la cruz y que ha abandonado después de su Ascensión. A menudo, en las epístolas, los escritores inspirados experimentan el deseo del segundo advenimiento, pero no olvidan nunca el primero, la crucifixión y la resurrección... Así, el apóstol Pablo invita a los corintios a "esperar la venida del Señor", pero no deja de avisarlos que hay que "llevar en nuestro cuerpo la muerte del Señor, para que la vida de Cristo Jesús se manifieste en nosotros" (cf 2Cor 4,10). El recuerdo de lo que Cristo es ahora para nosotros, no nos debe hacer olvidar lo que fue por nosotros...

Velar es, pues, vivir desapegado de lo presente, vivir en lo invisible, vivir con el pensamiento en Cristo tal como vino la primera vez y tal como vendrá en su segunda venida, desear esta segunda venida recordando con amor y gratitud la primera.

(Beato John Henry Newman 1801-1890, teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra )


SEÑOR, DAME A CONOCER MI FIN

«Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años, para que comprenda lo caduco que soy» (Sl 38,5). Si me hicieras conocer mi fin, dice el salmista, si me hicieras conocer cuál es el número de mis días, por ahí mismo podré saber lo que me falta. Y es posible que a través de estas palabras quiera también indicar eso: todo oficio tiene una finalidad. Por ejemplo, la finalidad de una empresa constructora es construir una casa; la finalidad de un astillero es construir un buque capaz de enfrentarse con las olas del mar y soportar los azotes de los vientos; y la finalidad de cada oficio es llegar a una cosa parecida a la que el mismo oficio parece inventado. Quizás es así que nuestra vida y la del mundo entero tiene una cierta finalidad con la cual hacemos todo lo que se hace en nuestra vida, o por la cual el mismo mundo ha sido creado o subsiste. El apóstol Pablo se acuerda de esta finalidad cuando dice: «Seguidamente vendrá el fin, cuando entregue el Reino a Dios Padre» (1Co 15,24). Ciertamente que hay que apresurarse hacia este fin puesto que es el precio mismo de la obra por la cual somos creados por Dios.

De la misma manera que nuestro organismo corporal, pequeño y reducido al nacer, es, sin embargo estimulado y tiende al término de su grandeza creciendo en edad, y también así como nuestra alma se expresa primero a través de un lenguaje balbuciente y más claro después para, en fin, llegar a una perfecta y correcta manera de expresión, también es cierto que toda nuestra vida comienza en el presente de esta manera: primero como balbuciente entre los hombres sobre la tierra, pero se acaba y llega a su cumbre en los cielos cerca de Dios.

Por este motivo el profeta desea conocer la finalidad por la cual ha sido hecho para que, mirando el fin, examinando sus días y considerando su perfección, ve todo lo que le falta en relación con este fin hacia el cual tiende... Es como si los que salieron de Egipto hubieran dicho: «Hazme conocer, Señor, mi fin» que es una tierra buena y una tierra santa, «y el número de mis días» por los que ando «para que conozca lo caduco que soy»,y cuánto me falta hasta llegar a la tierra santa que me tienes prometida.

( Orígenes 185-253, presbítero y teólogo
homilía sobre el salmo 38 )

EL REMEDIO AL MUNDO CAÍDO EN PECADO

Si el don de Dios al mundo que es su Hijo enviado al mundo es tan excelente, fruto de la gran dignidad de Dios ¿por qué tardó tanto en conceder este beneficio? Sí, porque cuando el mal en el mundo todavía estaba en sus principios ¿por qué Dios no acabó de raíz con su desarrollo ulterior? A esta objeción se puede responder en breve diciendo que es la sabiduría, la providencia de Dios, el bien por naturaleza que ha diferido este don. En efecto, así como el médico espera que el mal que se está incubando en el cuerpo se manifieste al exterior para poder aplicar el remedio, así, una vez que la enfermedad del pecado se había apoderado de la humanidad, el Médico del universo esperaba que no quedara oculta o disimulada ninguna forma de perversidad. 

Esta es la razón por qué Dios no aplicó en seguida después de la envidia de Caín y del asesinato de Abel, el remedio al mundo caído en pecado... Fue cuando el vicio llegó a su culminación, cuando no quedó ya ninguna perversidad humana por realizarse que Dios puso el remedio a la enfermedad que ya no estaba en sus principios sino que se hallaba en pleno desarrollo. Así el remedio divino llegó a todas los males de la humanidad enferma. (...) 

Entonces ¿por qué la gracia del evangelio no se extendió enseguida sobre todos los hombres? Ciertamente, la llamada de Dios se dirige a todos por igual, sin distinción de condición, ni de edad ni de raza... Pero aquel que tiene en sus manos la libre disposición del universo ha llevado hasta el extremo el respeto por el hombre. Permite que cada uno de nosotros tengamos nuestro dominio propio, donde somos amos nosotros mismos: es la voluntad, la facultad que rechaza la esclavitud, que permanece libre, fundada sobre la autonomía de la razón. La fe está pues, a la libre disposición de los que reciben el anuncio del evangelio.

(San Gregorio de Nisa 335-395, Monje, Obispo)

“No tengo nada que dar a los pobres” Lun 23/11/2015

La misericordia no merece tan sólo ser alabada por la abundancia de favores, sino cuando procede de un pensar recto y misericordioso. Hay personas que dan y distribuyen mucho pero que no son consideras misericordiosas delante de Dios, y hay personas que no tienen nada, que no poseen nada, pero en su corazón se apiadan de todos. Estos, delante de Dios son considerados como perfectos misericordiosos y, en efecto, lo son. No digas, pues: "No tengo nada que dar a los pobres"; no te aflijas pensando que a causa de ello no puedes ser misericordioso. Si tienes algo, da eso que tienes; si no tienes nada, da, aunque sólo sea un pedazo de pan seco, con una intención verdaderamente misericordiosa y esto, delante de Dios, será considerado como misericordia perfecta.

Nuestro Señor, no ha loado a los que tiraban mucho en el cepillo; ha alabado a la viuda por haber echado dos pequeñas piezas que, con recta intención, había sacado de su indigencia para echarlas en el tesoro de Dios.   Es reputado misericordioso delante de Dios el hombre que tiene piedad de sus semejantes; una intención recta sin efectos visibles es mejor que muchas obras notorias sin recta intención.

(Youssef Bousnaya 869-979, monje sirio)

«Mi reino no es de este mundo» 22/11/2015

¡Escuchad todos, judíos y gentiles...; escuchad, todos los reinos de la tierra! No impido vuestro dominio sobre el mundo, «mi Reino no es de este mundo» (Jn 18,35). No temáis, pues, con este temor insensato que se ha apoderado de Herodes cuando le han anunciado mi nacimiento... No, dice el Salvador, «mi Reino no es de este mundo». Venid todos a un Reino que no es de este mundo; venid a él por la fe; que el temor no os vuelva crueles. Es cierto que, en una profecía, el Hijo de Dios hablando del Padre dice: «Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, mi monte santo» (Sl 2,6). Pero este Sión y esta montaña no son de este mundo.

¿Qué es, en efecto, su Reino? Su Reino es los que creen en él, aquellos a quienes ha dicho:  «Vosotros no sois del mundo como yo tampoco soy del mundo» (cf Jn 17,16). Y, sin embargo, quiere que estén en el mundo y así ora a su Padre: «No ruego que los retires del mundo sino que los guardes del mal» (Jn 17,15). Porque no ha dicho «Mi Reino no está en este mundo» sino: «No es de este mundo; si fuera de este mundo mis servidores vendrían a luchar para que yo no sea entregado».

En efecto, su Reino está en la tierra hasta el fin del mundo; hasta que en la siega la cizaña sea mezclada con el buen grano (Mt 13,24s)... Su Reino no es de aquí  porque es como un viajero en este mundo. Sobre los que él reina, dice: «Vosotros no sois de este mundo, porque yo os he escogido sacándoos del mundo» (Jn 15,19). Eran, pues, de este mundo cuando todavía no estaban en su Reino y pertenecían al príncipe de este mundo (Jn 12,3)... Todos los que son engendrados de la raza de Adán pecador, son de este mundo; todos los que son regenerados en Jesucristo pertenecen a su Reino y ya no son de este mundo. «Dios nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al Reino de su Hijo querido» (Col 1,13).

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia

“¡Zaqueo, baja deprisa!” Mar.17/11/2015

    Podemos leer en el evangelio que Zaqueo quería ver a Nuestro Señor pero que era pequeño de estatura. ¿Qué hizo? Se subió a una higuera seca. Esto es lo que el hombre sigue haciendo. Desea ver a aquel que obra prodigios y causa tumulto en su interior, pero no tiene una talla adecuada para ello, es demasiado pequeño. ¿Qué hace entonces? Tiene que subirse a la higuera seca. La higuera muerta significa la muerte de los sentidos y de la naturaleza y la vida del hombre interior sobre el que Dios se inclina.

    ¿Qué dice Nuestro Señor a Zaqueo? "Baja deprisa." Debes descender, no debes retener ni una gota de consolación de todas las impresiones que tienes en la oración, sino descender a tu pura nada, a la pobreza, a tu impotencia... Si te quedas atado todavía a alguna cosa de la naturaleza, desde el momento que la verdad te ha iluminado, no posees todavía la luz, no es tu posesión: naturaleza y gracia trabajan todavía conjuntamente y todavía no has llegado al abandono perfecto... Todavía no es la pureza consumada. Por esto, Dios invita al hombre a bajar, es decir, lo llama a una renuncia completa, a un desapego de la naturaleza. "¡Porque hoy me tengo que alojar en tu casa!" ¡Que lleguemos a este hoy eterno.

(Juan Taulero 1300-1361, dominico en Estrasburgo)

ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA

Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.

Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.

Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.

Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.

Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.

PUBLICISTA Jesús Rangel  
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Mié.11/11/2015 «Se tiró, rostro en tierra, a los pies de Jesús, dándole gracias»

Cristo está junto a mí:
me acerco a él y me abraza.

Yo no hubiera sabido amar al Señor
si él mismo no me hubiera amado primero.

¿Quién puede comprender el amor
si no es el que ama?

Estrecho al amado y mi alma le acoge
y allí donde él descansa, allí permanezco.

Ya no seré un extraño para él,
porque el Señor no conoce el odio.

Estoy unido a él como la amada
que ha encontrado a aquel que ama.

Porque amo al Hijo,
llegaré a ser hijo.

Sí, el que se adhiere a aquél que no muere jamás, 
tampoco él morirá.

El que encuentra su complacencia en el que es la Vida,
también él vivirá.

Así es el Espíritu del Señor sin mentira
que enseña a los hombres a conocer sus caminos.

(Odas de Salomón. texto cristiano hebraico de principio del siglo II)

«SOMOS UNOS SERVIDORES SIN IMPORTANCIA»

Que nadie se gloríe de lo que hace, puesto que es, en la más simple justicia, que debemos al Señor nuestro servicio... Mientras vivimos, debemos trabajar para  el Señor. Reconoce, pues, que eres un servidor dedicado a muchos servicios. No te pavonees de ser llamado «hijo de Dios» (1Jn 3,1): reconozcamos esta gracia, pero no olvidemos nunca nuestra naturaleza. No te envanezcas de haber servido bien, porque no has hecho más que lo que debías hacer. El sol cumple su función, la luna obedece, los ángeles hacen su servicio. San Pablo, «instrumento escogido por Dios para los paganos» (Hch 9,15), escribe: «No merezco ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios» (1Co 15,9). Y si en otra parte muestra que no tiene conciencia de falta alguna, añade seguidamente: «Pero no por eso quedo absuelto» (1 Co 4,4). Tampoco nosotros no pretendamos ser alabados por nosotros mismos, no adelantemos el juicio de Dios.

San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Sobre el Evangelio de San Lucas 8, 31-32

«DARLO TODO PORQUE CRISTO LO HA DADO TODO»

Francisco, pobre y padre de los pobres, quería vivir totalmente como un pobre; sufría si encontraba a alguien más pobre que él, y no por vanidad, sino a causa de la tierna compasión que le producían. No quería para él otro vestido que una túnica áspera y corriente, y a menudo ocurría que la compartía con algún menesteroso. Pero él era un pobre muy rico, porque movido por su gran caridad, a socorrer a los pobres como podía, en los tiempos de mayores fríos se iba a las casas de los ricos de este mundo y les pedía le prestaran una capa o un abrigo. Y esos se los llevaban más rápidamente aun que el tiempo que Francisco había usado para pedirlos. «Los acepto, decía entonces Francisco, con la condición de que no esperéis volverlos a ver». Al primer pobre que encontraba, Francisco, con el corazón festivo, le ofrecía lo que acababa de recibir.

    Nada le causaba más pena que ver insultar a un pobre o maldecir a cualquier criatura. Un día, un hermano dejó escapar palabras hirientes contra un pobre que pedía limosna: «¿Acaso no será, le había dicho, que tú, pareciendo pobre eres rico?» Estas palabras le sentaron muy mal a Francisco, el padre de los pobres, y dio una terrible reprimenda al delincuente, después, en presencia del pobre, le ordenó despojarse de sus vestidos, besarle a éste los pies y pedirle perdón. «El que habla mal a un pobre, decía, injuria a Cristo, de quien el pobre es un noble símbolo, puesto que Cristo, por nosotros, en este mundo se hizo pobre» (2Co 8,9).

(Tomás de Celano 1190-c. 1260)


«El que es de fiar en lo poco, también en lo importante es de fiar»

Debes saber de donde te viene la existencia, el aliento, la inteligencia y lo que en ti hay de más precio, el conocimiento de Dios, de donde viene la esperanza del Reino de los cielos y la de contemplar, un día, su gloria que hoy ves de manera oscura, como en un espejo, pero que verás mañana en toda su pureza y esplendor (1C 12,12). ¿De dónde viene que seas hijo de Dios, heredero con Cristo (Rm 8,16-17) y, me atrevo a decir, que tú mismo seas un dios? ¿De dónde te viene todo esto y por quién?

    O bien, para hablar de cosas menos importantes, las que se ven: ¿quién te ha dado la posibilidad de ver la belleza del cielo, el recorrido del sol, el ciclo de la luna, las innumerables estrellas y, en todo eso, la armonía y el orden que las conducen?...  ¿Quién te ha dado la lluvia, la agricultura, los alimentos, las artes, las leyes, la ciudad, una vida civilizada, unas relaciones familiares con tus semejantes?

    ¿No es Aquel que, antes que todas las cosas y a cambio de todos esos dones, te pide amar a los hombres?... Si él, nuestro Dios y nuestros Señor, no se avergüenza de ser llamado nuestro Padre, ¿nosotros vamos a renegar de nuestros hermanos? No, hermanos y amigos míos, no seamos gerentes deshonrados de los bienes que se nos confían.

(San Gregorio Nacianceno 330-390, obispo y doctor de la Iglesia‎)