Asoc. Civil Alcemtrar
«María,
Madre de la Divina Misericordia»
Año
31 / «Caminar en la Luz» 1Jn.1,7
Barinas
/ Venezuela.
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Jesús
en el Santísimo Sacramento es Nuestro Sumo Sacerdote
+
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contrición: Señor mío
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, realmente presente en el Sacramento
del Altar, te adoro desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y te doy
gracias de lo íntimo de mi corazón por la Institución de este inefable
Misterio, en el cual nos has mostrado tu inmensa caridad. Confuso vengo y lleno
de dolor por la ingratitud con que hasta ahora he correspondido, ¡Oh Jesús mío!
A tu infinita piedad: Me has llamado muchas veces; he escuchado las
invitaciones de tu amor, y no sólo no he correspondido a ellas como debía, sino
que te volvía la espalda y te despreciaba. Tú no te has cansado de esperar, y
aquí estoy, Salvador mío, con el deseo de que tu presencia y compasión triunfen
al fin de mi funesta rebeldía. Por la constancia amorosa e invencible con que
sufres en el Santísimo Sacramento todos nuestros ultrajes, por el Sacrifico
Sangriento de nuestra redención, en
cuya memoria, instituiste la adorable Eucaristía, perdóname mis muchos pecados,
cura mi pobre alma, y haz que, fortalecida con este divino manjar, emprenda con
valor y perseverancia el camino de las virtudes cristianas, hasta llegar a
conseguir la eterna Salvación. Amén.
Lectura Bíblica:
Carta a los Hebreos 7, 11-28
Meditación: Jesús en el
Santísimo Sacramento es nuestro sumo Sacerdote.
Después
de la caída del paraíso (cf. Gn 3,1-7), nadie podía rogar dignamente por el
hombre, entre Dios y nosotros se estableció el abismo del pecado, que ninguna
criatura racional podía llenar, se necesitaba un sumo Sacerdote, que fuera
nuestro hermano por la carne y por la sangre, pero que estuviera infinitamente
elevado sobre nosotros por la santidad y por el poder de sus súplicas, Dios
proveyó a esta necesidad del género humano perdido por la culpa, dándonos a su
Divino Hijo, revestido de nuestra naturaleza, para que fuese nuestro sumo
Sacerdote y nuestro mediador. Jesucristo es el sumo Sacerdote que necesitamos
“Santo, inocente, inmaculado, separado de los pecadores y más sublime que los
cielos” (Heb 7,26). Después de haber
llenado plenamente sobre la cruz el gran oficio de Sacerdote, lo continúa en el
Santísimo Sacramento, en este Misterio, lo mismo que en la Cruz, El es al
propio tiempo el Sumo Sacerdote y la Victima.
Acógete
lleno de confianza a las oraciones y al Sacrificio de Jesucristo, nuestro
inmortal sumo Sacerdote. El es nuestra justificación (cfRom 5,1-11),
santificación y redención (cf. Ef 1,7-8). Por el vamos a nuestro Padre que está
en los cielos, y no hay otro camino para nuestras súplicas sino el mismo, (cf.
He 4,12). ¡Desgraciado de ti si no conoces y amas estos misterios de vida y
salvación!
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Oración: ¡Cuánto
consuelo para mi alma, ¡Oh Jesús mío!, hay en el pensamiento de que tú eres
nuestro Sumo Sacerdote!, a tus oraciones uno mis pobres súplicas, y a tus
sacrificios mis ligeros sufrimientos. Enséñame a hacer de mi corazón un altar
sobre el cual te ofrezca las victimas espirituales de las virtudes y de las
mortificaciones que exiges de mí. Amén.
Hágase Aquí La
Petición…
“Ten Misericordia
Señor de Venezuela, ayúdanos confiamos en ti, danos la libertad de nuestra
soberanía.
A
través de nuestra Madre de la Divina Misericordia, concédenos la Paz, amén.”
Acto de consagración
a la República de Venezuela al Santísimo Sacramento:
(Realizado
el Dom. 02 de Julio de 1899)
Soberano
Señor del Universo y Redentor del Mundo, clementísimo Jesús, que por un
prodigio inenarrable de tu Caridad, te haz quedado con nosotros en este
Sacramento, hasta el fin de los siglos, aquí venimos a tus pies a proclamarte
solemnemente y a la faz del Cielo y de la Tierra, nuestro único Rey y dominador
Santísimo, a quien consagramos todos nuestros afectos y servicios, y en quien
ponemos todas nuestras esperanzas, tú eres nuestro Dios y no tendremos otro alguno delante de ti; en tus manos
ponemos nuestra suerte y con ella los destinos de Nuestra Patria, mucho te
hemos ofendido, y como el hijo pródigo hemos disipado en los desórdenes, tu
herencia: perdónanos que ya volvemos con Espíritu contrito a tu casa y a tus
brazos, recíbenos Salvador nuestro, y concédenos que venga a nosotros tu Reino
Eucarístico, levanta bien alto tu Trono
en Nuestra República, a fin de que en ella, te veas glorificado por singular
manera, y sea honra nuestra de distinción inapreciable, el llamarnos “La
República del Santísimo Sacramento”, te entregamos cuanto somos, y cuanto
tenemos, cubre nuestra ofrenda con tu mirada paternal, y hazla aceptable y
valiosa en tu Divina Presencia. Otra vez te pedimos que nos recibas, que no nos
deseches, y que este acto de nuestro amor y de nuestra gratitud, sea repetido,
cada vez con mayor fervor, de generación en generación, mientras Venezuela
exista, para que jamás la apartes de tu Sagrado Corazón, que así sea para
nuestra vida del tiempo y después… por los siglos de los siglos. Amén
Gozos Al Santísimo
Sacramento
Para
que mi alma respire
En
tu gracia y en tu amor,
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
¡Salve,
santo Sacramento,
Maravilla
del amor!
¡Salve,
insigne monumento
De
la gloria del Señor!
Hoy
mi alma agradecida
Canta
himnos en tu honor!
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
En
la noche de la cena
En
mi pensabas, Jesús,
Y
anegado en honda pena
Pensabas
en mí en la cruz.
Tú
nunca me has olvidado,
Yo
a ti mil veces Señor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
Mientras
tu cuerpo precioso
Nos
dejabas en herencia,
En
un concilio ominoso
Preparaban
tu sentencia.
Y
pues sufriste paciente
El
ósculo del traidor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
Por
causa de mi pecado
Sudaste
sangre en el huerto,
Y
tu rostro delicado
Fue
de salivas cubierto.
Y
pues tan grandes afrentas
Las
sufriste por mi amor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
Al
ver tus heridas santas
Sangre
por mí derramar,
Quisiera,
mi bien, tus plantas
Con
mis lágrimas regar.
Perdonaste
a Magdalena
En
premio a su tierno amor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
Lloró
Pedro amargamente,
Porque
te negó tres veces,
Y
apuró del penitente
El
cáliz de amargas preces,
Yo
mil veces te he negado,
¿Por
qué no lloro Señor?
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
¡Salve,
amable prisionero,
En
los grillos del amor,
De
tu pobre carcelero
Divino
Libertador!
Yo
seré tu centinela,
Mi
consiga es darte honor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
¡Salve,
príncipe del cielo
Que
en este trono de amor
Cubres
con místico velo
Tu
divino resplandor!
Yo
seré tu cortesano,
Seré
tu guardia de honor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
¡Salve,
prenda de la gloria,
Testamento
del amor,
Que
de su muerte en memoria
Nos
dejara el Salvador!
¡Canten
ángeles y hombres
Himnos
de eterno loor!
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
+
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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