Asoc.
Civil Alcemtrar
«María,
Madre de la Divina Misericordia»
Año
31 / «Caminar en la Luz» 1Jn.1,7
Barinas
/ Venezuela.
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Jesucristo en el Santísimo Sacramento es Nuestro Consolador
+ En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contrición: Señor mío
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, realmente presente en el
Sacramento del Altar, te adoro desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y te
doy gracias de lo íntimo de mi corazón por la Institución de este inefable
Misterio, en el cual nos has mostrado tu inmensa caridad. Confuso vengo y lleno
de dolor por la ingratitud con que hasta ahora he correspondido, ¡Oh Jesús mío!
A tu infinita piedad: Me has llamado muchas veces; he escuchado las invitaciones
de tu amor, y no sólo no he correspondido a ellas como debía, sino que te
volvía la espalda y te despreciaba. Tú no te has cansado de esperar, y aquí
estoy, Salvador mío, con el deseo de que tu presencia y compasión triunfen al
fin de mi funesta rebeldía. Por la constancia amorosa e invencible con que
sufres en el Santísimo Sacramento todos nuestros ultrajes, por el Sacrifico
Sangriento de nuestra redención, en
cuya memoria, instituiste la adorable Eucaristía, perdóname mis muchos pecados,
cura mi pobre alma, y haz que, fortalecida con este divino manjar, emprenda con
valor y perseverancia el camino de las virtudes cristianas, hasta llegar a
conseguir la eterna Salvación. Amén.
Lectura Bíblica: San
Lucas 9,18-26
Meditación: Jesucristo
en el Santísimo Sacramento es nuestro consolador.
La
vida es un camino de tristeza y de lágrimas, hay relámpagos de felicidad, horas
rápidas de dicha y de paz, ¡pero
cuán pronto pasan! Lo que permanece es
el dolor, la mano de hierro que desbarata nuestras ilusiones y sirve de loza al
sepulcro de nuestras esperanzas. Tal es la herencia del pecado. Pero cuando
Jesucristo aceptó por nosotros y junto con nosotros todas nuestras tristezas y
dolores. Se hizo por esto mismo nuestro celestial y divino Consolador. Si quieres
saber cómo consuela Jesús intima y dulcemente el alma, comulga con piedad en
los días de tus lagrimas y de tus desgracias: verás cómo El te ayuda a llevar
tu cruz, El que llevó la suya solo y sin
consuelo por ti (cf. Jn 19-17).
El
peso de la vida no se puede llevar sino con los auxilios y los consuelos de
Dios, y la fuente de ello está aquí, en el Santísimo Sacramento. En el
tabernáculo y en la Comunión, Jesús es nuestro Consolador. Ten presente sin
embargo, que los consuelos de Jesús no son para las almas que, buscan los
consuelos del mundo, y que las maravillas del Santísimo Sacramento se descubren
al espíritu, a proporción que éste se desprende de las vanidades y miserias de
la tierra, proponte no dar importancia a los consuelos humanos y contar siempre
con los de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía, que nunca le faltarán.
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Oración: ¡Oh Consolador
de mi alma!, disipa con tu palabra y la influencia misteriosa del adorable
Sacramento las tristezas de mi vida. Quiero permanecer en tu servicio para
gozar de la felicidad de los que viven en tu casa (cf. Sal 83, 5), y gozar de
tus bondades. Amén.
Hágase Aquí La
Petición…
“Ten Misericordia
Señor de Venezuela, ayúdanos confiamos en ti, danos la libertad de nuestra
soberanía.
A través de nuestra
Madre de la Divina Misericordia, concédenos la Paz, amén.”
Acto de consagración
a la República de Venezuela al Santísimo Sacramento:
(Realizado
el Dom. 02 de Julio de 1899)
Soberano
Señor del Universo y Redentor del Mundo, clementísimo Jesús, que por un
prodigio inenarrable de tu Caridad, te haz quedado con nosotros en este
Sacramento, hasta el fin de los siglos, aquí venimos a tus pies a proclamarte
solemnemente y a la faz del Cielo y de la Tierra, nuestro único Rey y dominador
Santísimo, a quien consagramos todos nuestros afectos y servicios, y en quien
ponemos todas nuestras esperanzas, tú eres nuestro Dios y no tendremos otro alguno delante de ti; en tus manos
ponemos nuestra suerte y con ella los destinos de Nuestra Patria, mucho te
hemos ofendido, y como el hijo pródigo hemos disipado en los desórdenes, tu herencia:
perdónanos que ya volvemos con Espíritu contrito a tu casa y a tus brazos,
recíbenos Salvador nuestro, y concédenos que venga a nosotros tu Reino
Eucarístico, levanta bien alto tu Trono
en Nuestra República, a fin de que en ella, te veas glorificado por singular
manera, y sea honra nuestra de distinción inapreciable, el llamarnos “La
República del Santísimo Sacramento”, te entregamos cuanto somos, y cuanto
tenemos, cubre nuestra ofrenda con tu mirada paternal, y hazla aceptable y
valiosa en tu Divina Presencia. Otra vez te pedimos que nos recibas, que no nos
deseches, y que este acto de nuestro amor y de nuestra gratitud, sea repetido,
cada vez con mayor fervor, de generación en generación, mientras Venezuela
exista, para que jamás la apartes de tu Sagrado Corazón, que así sea para nuestra
vida del tiempo y después… por los siglos de los siglos. Amén
Gozos Al Santísimo
Sacramento
Para
que mi alma respire
En
tu gracia y en tu amor,
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
¡Salve,
santo Sacramento,
Maravilla
del amor!
¡Salve,
insigne monumento
De
la gloria del Señor!
Hoy
mi alma agradecida
Canta
himnos en tu honor!
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
En
la noche de la cena
En
mi pensabas, Jesús,
Y
anegado en honda pena
Pensabas
en mí en la cruz.
Tú
nunca me has olvidado,
Yo
a ti mil veces Señor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
Mientras
tu cuerpo precioso
Nos
dejabas en herencia,
En
un concilio ominoso
Preparaban
tu sentencia.
Y
pues sufriste paciente
El
ósculo del traidor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
Por
causa de mi pecado
Sudaste
sangre en el huerto,
Y
tu rostro delicado
Fue
de salivas cubierto.
Y
pues tan grandes afrentas
Las
sufriste por mi amor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
Al
ver tus heridas santas
Sangre
por mí derramar,
Quisiera,
mi bien, tus plantas
Con
mis lágrimas regar.
Perdonaste
a Magdalena
En
premio a su tierno amor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
Lloró
Pedro amargamente,
Porque
te negó tres veces,
Y
apuró del penitente
El
cáliz de amargas preces,
Yo
mil veces te he negado,
¿Por
qué no lloro Señor?
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
¡Salve,
amable prisionero,
En
los grillos del amor,
De
tu pobre carcelero
Divino
Libertador!
Yo
seré tu centinela,
Mi
consiga es darte honor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
¡Salve,
príncipe del cielo
Que
en este trono de amor
Cubres
con místico velo
Tu
divino resplandor!
Yo
seré tu cortesano,
Seré
tu guardia de honor.
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
¡Salve,
prenda de la gloria,
Testamento
del amor,
Que
de su muerte en memoria
Nos
dejara el Salvador!
¡Canten
ángeles y hombres
Himnos
de eterno loor!
No
me alejes de tu mesa, ¡Oh mi dulce Salvador!
+ En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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